02/02/2021

Me gustaría decir que estoy donde siempre he querido, pero sería mentira. Donde siempre he querido estar era en una tumba, o volando por los aires en forma de cenizas. No estoy donde siempre había querido. Estoy donde nunca había sido capaz de soñar.

He mirado a la muerte a los ojos y hemos bailado juntos. Reímos, nos abrazamos, conectábamos. Sin embargo, a las doce sentí la tremenda necesidad de salir corriendo -con la suerte de no haber perdido ningún zapato por el camino-. No sé por qué lo hice, pero me alegro.

Dicen que las personas llegan a nuestra vida por una razón, que nos enseñan una lección y que luego siguen su camino. Se ve que la muerte hace algo parecido. Esas personas se van, pero no se van del todo, porque de vez en cuando nos vienen a la mente y nos llenan el corazón. La muerte te lo vacía. Ahí está la diferencia.
Supongo que lo que me ha llevado a escribir esto es que me ha venido a la mente. Antes vivía ahí, y aún a veces se pasa de visita.

Siempre es la misma historia: ella intentando convencerme de que me vaya con ella, diciendo que ya lo he hecho todo, que me puedo ir en paz, que es el mejor momento. Sin embargo, mi respuesta cambia cada vez que viene. Cada vez es una negativa con más fuerza. Tal vez algún día me anime a compartirla.

Hasta entonces…


Seguimos luchando.

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